La novela de caballerías es un género literario escrito en prosa. Estas novelas también fueron
conocidas como libros de caballerías y se
caracterizaban por contar las hazañas y hechos fabulosos de caballeros
aventureros o andantes. Todos ellos contienen hechos e historias fingidas cuyos
héroes son nobles armados. Como
género, se desarrolló durante
el siglo XIV hasta el siglo XVII. Pero, las novelas gozaron de mayor esplendor durante
el siglo XVI y, a partir de 1550,
empezaron a perder popularidad.
Estas novelas comienzan
a gestarse durante la Edad Media con un fin muy específico: adoctrinar a la
clase noble y aristócrata. Como ya sabemos, el primogénito de las familias nobles heredaba el
título y las propiedades, pero también se educaba en el mundo de las armas.
Durante siglos esta práctica consolidó una aristocracia con costumbres un poco
barbáricas, que vio en la guerra el
primer objetivo de su existencia. Las novelas de caballerías comenzaron a
romper este molde y mostraron a héroes cuyo máximo ideal fueron el amor y el
esfuerzo. En un principio esta evolución tuvo lugar en Francia, concretamente
en una novela en verso que recibía el nombre de “roman courtois”. En ellas se
enaltecía el sentimiento amoroso y el valor personal, que ayudaba a perfilar
una clase social más refinada. Son narraciones que se alejan de un esquema
estructural fijo. Fruto de ello nos encontramos con el Espejo de príncipes y caballeros de Diego Ortúñez de Calahorra, en donde el aspecto didáctico y moralizante ocupa un
espacio relevante en la obra.
Por lo general, los libros de caballerías son
relatos biográficos donde se cuenta la trayectoria extraordinaria del
protagosnista. Desde su nacimiento hasta su muerte, cada uno de los capítulos de su vida
viene a demostrar el perfil singular del héroe. De esta forma, el protagonista
no puede ser una persona normal, porque desde el momento de su nacimiento está
llamado a realizar empresas grandiosas. Estamos ante un caballero andante que
se convertirá en el prototipo de heroísmo y de fidelidad amorosa. Valores que
mostrará a través de una serie de viajes por tierras lejanas y extrañas, en las
que buscará fama y honor combatiendo contra multitud de caballeros y seres
maravillosos. El deseo de adquirir fama y honor tiene como finalidad última conseguir
el amor de su dama, a la que ofrece todas sus victorias. El código moral se
entrelaza con el código erótico, de ahí el parecido de las novelas
caballerescas con la novela sentimental. Los móviles del caballero andante son
la defensa del oprimido y de la justicia; el amor a una dama y el gusto por la
aventura, impulsado por un espíritu de sacrificio y una adoración casi mística
de su amada.
Este género de origen
francés, se introdujo pronto en Castilla. Mientras en Francia fue un fenómeno
medieval, en España floreció en el Renacimiento debido a la herencia de la
literatura artúrica francesa. En la Península circulaban traducciones de la
literatura artúrica, que fueron leídas por toda la nobleza por ser una de las
escasas formas de ficción literaria disponibles entonces. Más tarde los autores
españoles adaptaron estas fuentes francesas al gusto castellano, reduciendo el
elemento místico-religioso y desarrollando el elemento combativo.
Las obras castellanas
anteriores al siglo XVI que presentan una cierta influencia artúrica, como la Gran
conquista de ultramar y el Caballero Zifar, no se pueden catalogar
como verdaderos libros de caballerías. Pero sí son importantes para ver cómo se
fue desarrollando el género. La literatura
caballeresca castellana comenzó a florecer en el siglo XVI con el libro más
perfecto del género que fue el Amadís de Gaula. Las obras originales
españolas publicadas en los Siglos de Oro fueron creadas a partir del modelo
establecido por Amadís de Gaula, deudor a su vez de una larga progenie
que comienza en los romans artúricos del poeta francés Chrétien de
Troyes (finales del siglo XII), que fue uno de los primeros poetas que escribió
romances en versos pareados sobre el semilengendario rey Arturo de Inglaterra y
sus nobles caballeros. Está considerado como el precursor del romance medieval.
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